jueves, 25 de febrero de 2010

MARY JANE KELLY ¿VÍCTIMA O CÓMPLICE DE JACK EL DESTRIPADOR?



¿Quién era Mary Jane Kelly?



El 9 de noviembre de 1888, en la vivienda de Mary Jane Kelly, aparecía, con el rostro totalmente desfigurado, los senos arrancados y el vientre abierto en canal, la última víctima de Jack el Destripador ¿Se trataba de la inquilina del mísero habitáculo? Oficialmente sí, aunque hay serias dudas de que así fuera.

Mary Jane era una joven irlandesa de venticuatro años, cuyo padre se trasladó a Gales, y con él toda su familia, para trabajar en las minas. Siendo casi una niña se casó con un minero, quedando viuda poco después, debido a un grave accidente laboral, lo que provocó que ella acabara con grandes problemas económicos. Tanta adversidad la condujo hasta la prostitución. Gracias a su juventud y atractivo, pudo al menos aspirar a ejercer su profesión con clase, instalando su residencia en el West End, la zona noble de la ciudad de Londres.

Su suerte parecía haber cambiado, cuando uno de sus amantes, que disfrutaba de una posición económica bastante aceptable, le ofreció tener con ella una relación estable, pidiéndole que le acompañara a París, ciudad a la que él tenía que trasladarse a vivir.

Aquello le pareció una gran oportunidad de enderezar su vida, y no dudó en aceptar, pero fue un rotundo fracaso, por lo que se tuvo que volver a Londres, esta vez totalmente arruinada, menos joven, menos bella y más amargada.

Con su nueva situación económica, ya no podía permitirse el lujo de instalarse de nuevo en el West End, esta vez se tuvo que contentar con hacerlo en el humilde barrio de Whitechapel, en una pequeña habitación cuya única ventaja era su independicia, puesto que tenía acceso directo a la calle.

Pronto encontró un joven, tan pobre o más que ella, con el que convivir. Se trataba de un mozo de cuadra, llamado Joseph Barnett, cuyos ingresos no le permitían mantenerla, por lo que Mary tuvo que seguir saliendo cada noche a  buscar clientes, ahora ya no de alta posición económica, como en la etapa anterior.

Las relaciones entre la pareja no eran buenas, Joseph era un hombre celoso que se empeñaba en dudar de la amistad que Jeannette -así se hacía llamar ella desde que vino de París- mantenía con otra joven de su misma profesión llamada María Harvey.

A primeros de noviembre Joseph Barnett abandonó definitivamente la vivienda de Mary Jane. El 9 de noviembre empezó bien para ella, al menos una de sus vecinas, Mary Ann Cox, la vio entrar en su casa acompañada de un individuo, visiblemente borracho, que portaba un barrilete de cerveza en la mano. Cuando, algo más tarde, la misma vecina se retiró a dormir, pasó junto a la ventana de la, aparentemente al menos, feliz pareja, a la que oyó cómo cantaban a pleno pulmón. Todo parecía indicar que se estaban divirtiendo.
Hacia las cuatro de la mañana, la joven que ocupaba el apartamento del piso superior al de Mary oyó un fuerte grito, al cual le siguió un profundo silencio.

A la mañana siguiente, alrededor de las ocho y media, una vecina la encontró en la calle, a una hora muy temprana para las mujeres del oficio de Mary, y con mal aspecto. Después volvió a verla charlando con un caballero, con el que la joven se marchó.

A las 11 menos cuarto de la mañana se descubría un cuerpo de mujer totalmente despedazado, que todos dieron por cierto que sería el suyo.


ASESINATO EN CASA DE MARY KELLY


El misterio de la llave desaparecida 


El 9 de noviembre de 1888, a John M`Carthy, propietario de varias casas del humilde barrio de Whitechapel, las cuales había subdividido en pequeños habitáculos que alquilaba por cuatro chelines semanales, se le agotó la paciencia, y envió a su ayudante Thomas Bowyer a cobrar deudas. Mary Jane Kelly fue la primera en ser visitada, los treinta y seis chelines que la joven prostituta debía a su casero tuvieron la culpa de que Bowyer estuviera llamando a aquella puerta a las once menos cuarto de la mañana.

Como nadie le contestó, se dirigió a la única ventana que el miserable cuartucho tenía, metió la mano por el cristal que llevaba meses roto, y retiró el viejo abrigo que hacía las veces de cortina. Lo primero que apareció ante sus ojos fue la mesa que estaba junto a la ventana, sobre ella podía verse una nariz, unos pechos y gran número de trozos de carne humana. Todo indicaba que el despreciable individuo al que se atribuían diversos y macabros asesinatos había estado allí la pasada noche, descargando su sed de sangre en el cuerpo de la joven muchacha, a la que él pretendía reclamar la deuda pendiente.



Siguió observando, y pronto descubrió que en la cama, sobre un gran charco de sangre, yacía la nueva víctima del temible Jack. Su rostro estaba totalmente despedazado y de su rasgado vientre habían extraído las entrañas, para esparcirlas de forma alocada por toda la habitación. Tan atroz espectáculo se completaba con el nauseabundo olor que de allí salía, a través de aquel vidrio roto.

Aterrorizado por tan dantesco espectáculo, corrió en busca de su jefe, el cual acudió de inmediato, para comprobar que su empleado no había sido víctima de una terrible alucinación. Era evidente que el siguiente paso tendría que ser avisar a la policía. M`Carthy pidió a Bowyer que se acercara a la comisaría de la calle Commercial, e informara de lo acaecido. Hasta que los agentes del orden se personaran en el lugar, él montaría guardia junto a la puerta del apartamento, donde yacía su desafortunada inquilina.


No tardó en llegar el inspector Beck, quien -una vez comprobada la veracidad de lo testimoniado por Thomas Bowyer- procedió a avisar al superintendente Arnold, al inspector Abberline, al doctor Phillips y a sir Charles Warren, jefe de la policía metropolitana.


Mientras éstos acudían. el vecindario empezaba a concentrarse en torno a la puerta de la popular y estimada por todos Mary Jane Kelly. El nerviosismo y la tristeza eran generalizados, pero algunos tenían algo más que inquietud y dolor. Tenían, o al menos creían tener, interesantes detalles que aportar a la investigación.


Elizabeth Prater, la joven prostituta que vivía justamente sobre el apartamento de Mary, comentó a todos los allí presentes cómo ella, hacia las cuatro de la madrugada, se había despertado, por culpa de un fuerte grito que alguien -¿quién sino la propia víctima?- lanzó desde la vivienda de su vecina. Como al grito le sucedió un profundo silencio, no le dio demasiada importancia, por lo que pronto se volvió a quedar dormida. Ahora se lamentaba de su egoísta y apática reacción, que le impidió auxiliar a la desdichada mujer que allí yacía despedazada. Tales lamentos llegaban tarde, el miserable Jack había vuelto a actuar y, como siempre, se había escapado inmune y victorioso.


Por el contrario, Caroline Maxwell aseguraba haber estado charlando con Mary Kelly mucho después de esa hora, hacia las ocho treinta de la mañana. Caroline le comentó que se la veía con cara de cansancio, a lo que la joven respondió, disculpándose por su mal aspecto, que había pasado mala noche. Por supuesto que su aspecto no era bueno, pero al menos estaba viva, repetía una y otra vez Caroline a todos los presentes. Además, añadía con idéntica insistencia, algo más tarde volvió a verla hablando con un caballero, con el que se alejó del lugar.



Ante tanta incertidumbre, el vecindario entero pedía a los policías que abrieran de una vez aquella puerta, y empezaran a actuar. Era urgente salir de dudas, saber quién era la víctima y qué barbaridades habían cometido con su cuerpo. Para sorpresa de todos, el superintendente Arnold les respondió que era imposible abrirla, porque estaba cerrada con llave.


¿Cerrada con llave? ¿Cómo? Hartos estaban todos ellos de ver a Mary Jane, a su novio Joseph Barnett, o a su amiga María Harvey abrir, metiendo el brazo por el cristal roto de la ventana, y alargando el brazo hasta alcanzar el pestillo de la cerradura. La llave se perdió hacía meses, y ellos no tenían un mal penique para hacerse con una nueva. Tampoco había allí nada que robar, por lo que no le dieron importancia a la incómoda situación. Ahora, para sorpresa de todos, era imposible abrir la puerta, porque estaba cerrada con llave.


¿Quién podría creerse que hubiera aparecido precisamente ahora? ¿Quién tuvo la llave en su poder durante tanto tiempo? ¿El propio Jack llevaba meses con la llave de aquella casa en su bolsillo? ¿Quién se la dio? ¿Con qué finalidad se la dieron?

Cuando el superintendente Arnold llegó, todo lo que se le ocurrió fue pedir que arrancaran el marco de la ventana, para observar mejor el interior de la vivienda, y poder así sacar algunas fotos.

Las fotos se sacaron ¿Y ahora qué? A seguir esperando a que llegara sir Charles Warren quien, por cierto, nunca se presentó en aquel lugar, puesto que acababa de dimitir